Capítulo 2: 🌍Un chino en cada familia del mundo

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No fue un viaje espiritual, ni una expedición académica lo que me hizo volver a China. Fue curiosidad pura, de esas que nacen cuando el mundo parece más grande que tus certezas.
En aquella ocasión fui con Jorge, mi mejor amigo, siempre en tours privados, no por snobismo, sino porque preguntamos demasiado y eso suele ser incómodo para los turistas que solo buscan la foto para Instagram y dormitan en los trayectos.

Nuestro guía era un hombre de unos 35 años, rostro absolutamente oriental y acento absolutamente español. No cualquier español: madrileño perfecto. No podía evitar escucharlo como si estuviera en una tertulia en Malasaña. Le pregunté dónde había aprendido a hablar así. Me dijo que en China. Con profesores de la Complutense. Nunca había salido del país.
Y entonces surgió la pregunta que para mí era inevitable: ¿Qué busca su líder? ¿Qué les dice? ¿Qué es lo que China quiere?
Su respuesta me acompañará toda la vida.
Dijo que Xi Jinping les hablaba con honestidad. Que no les prometía milagros en diez años, pero sí en veinte. Que si el pueblo lo apoyaba, si caminaban juntos, China iba a convertirse en la potencia mundial que era Estados Unidos.

Y luego vino la frase.
“Lo que él quiere es que haya un chino en cada familia del mundo. Porque así se evitarían las guerras y se acabarían las fronteras.”

Yo me quedé en silencio. Porque detrás de esa frase no había arrogancia, ni conquista, ni propaganda, sino una lógica y una visión distintas.
Ese día entendí que Xi Jinping no quiere expandir China con misiles. Quiere hacerlo con vínculos. Con tecnología, con comercio, con cultura, con presencia. Un soft power implacable, pero no violento. Estratégico. Y hasta cierto punto… humanista.
He estado en China cinco veces para ver con mis propios ojos aquella transformación. Y cada vez, me volaba la mente. Las calles, los trenes, las personas, las ideas, los códigos QR, la educación, los hospitales. Era como ver a un país estirando el tiempo y avanzando una década en un solo año.
Cada que compartía esas impresiones con mis allegados, me miraban raro. A nadie le interesaba China. Nadie entendía mi fascinación. Nadie salvo mi hermana. Ella tampoco tenía interés… hasta que me escuchó de verdad. Y ahora está tan obsesionada como yo. Aún no hemos ido juntas, pero lo haremos. Porque hay cosas que no se pueden explicar.

Y a veces, cuando hablamos, se lo digo sin ironía:

A mí, Jinping me hace dudar que no exista una máquina del tiempo.

¿Cómo puede un solo hombre tener una visión tan amplia, tan clara, tan transversal? Tecnología, salud, educación, infraestructura, genética, arquitectura, soberanía alimentaria, energía, innovación… ¿Cómo puede pensar en todo al mismo tiempo?
China es inmensa. Y los países inmensos históricamente han reprimido a su población para mantenerse de pie. Pero él apostó por educarlos. Por sacarlos de la pobreza. Por darles herramientas. Por hacerlos parte del plan.
No digo que sea perfecto. No creo en líderes perfectos. Pero algo en su temple me hace pensar que, si alguien pudiera haber viajado en el tiempo para evitar que este mundo se deshaga, sería alguien como él. No vino con bombas, sino con planos.
Y eso, para este mundo cansado, es casi un milagro.

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2 comentarios en “Capítulo 2: 🌍Un chino en cada familia del mundo”

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