✨ Realismo mágico sin flores: del otro lado del asombro

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Desde niña me acostumbré a ver cómo lo imposible se volvía cotidiano. Recuerdo las primeras computadoras personales, el fax, el internet. Todo eso que parecía magia se fue instalando en la vida diaria sin pedir permiso. Y hoy, entre autos voladores en China, drones que entregan paquetes e inteligencias artificiales que cocinan contigo, me sigue asombrando lo mismo: que el mundo no deja de parecer fantasía. Por eso, cuando me preguntan qué significa para mí el realismo mágico, contesto sin dudar: es una forma de ver el mundo. No es un género ni una técnica; es una mirada. Es una forma de recuperar la sensación de la infancia cuando creías que volar era posible, que hablar con un animal tenía sentido, que algo extraordinario podía estar a la vuelta de la esquina. No como evasión, sino como un recordatorio de que lo que hoy nos parece imposible, mañana puede formar parte de nuestra rutina.

🌫 Cómo escribo el realismo mágico
Lejos de las mariposas amarillas, de las abuelas que flotan o las selvas parlantes, el realismo mágico que yo escribo se camina con los pies en la tierra. No hay criaturas fantásticas. Hay grietas. Pequeños quiebres en la realidad que aparecen sin aviso: un cuadro que se mueve, un libro que te elige, un espejo que no refleja. Nada espectacular. Nada desbordado. Apenas un desajuste. Pero suficiente para descolocar.
Mi primera trilogía trata sobre viajes en el tiempo. Y no, no hay máquinas resplandecientes ni portales interdimensionales. Lo hago posible con aviones. Con vacunas experimentales. Con una lógica interna que, aunque sea inventada, tiene estructura. Porque lo fantástico necesita bases sólidas. Si no, se derrumba.

📌 Las reglas del asombro
La fantasía, en mis historias, no entra porque sí. Tiene que ganarse su lugar.
Cada elemento mágico está contenido por una regla: quién puede usarlo, cuándo, por qué. En una de mis novelas, el metro de Londres permite saltos temporales, pero solo en ciertos días y a ciertas horas. No es un poder sin consecuencias. Es una posibilidad con límites.
Me interesa que la fantasía tenga estructura, que la magia no se dispare sin freno. Si está contenida, si tiene reglas, es más poderosa. Quiero que el lector diga: “no sé si esto puede pasar, pero no me parece imposible”. Ahí sucede la verdadera suspensión de la incredulidad. Ahí es donde empieza la magia.

🌙 Qué emociones me importan
Depende del escenario. Si la historia está ambientada en el futuro, busco despertar inquietud, asombro, posibilidad. Si viaja al pasado, quiero provocar nostalgia, ternura, melancolía. Pero en todos los casos, mi objetivo es el mismo: que te desconectes de la angustia diaria y entres en otro mundo. Que, por un rato, te olvides del peso.
Quiero que mis novelas se vuelvan refugio. Que las emociones ahí dentro se sientan verdaderas, aunque todo lo demás no lo sea. No busco belleza vacía. Busco que la historia funcione. Que te tome de la mano y no te suelte.

📚 Mis referentes
Murakami es una brújula. Me fascina su capacidad para hacer que lo imposible parezca natural. Un hombre entra a otro universo por el enchufe de la pared. Y tú le crees. O alguien habla con gatos. Y tú lo aceptas. Porque hay una lógica. Porque hay preparación. Porque confía en el lector.
Yo aún no me atrevo a cruzar ciertas líneas. Me cuesta soltar. Me gusta tener el control. Pero admiro profundamente a quienes logran que lo extraordinario suceda sin romper el vínculo con la realidad.

🌱 ¿Por qué sin flores?
Porque mi realismo mágico no es exuberante. No florece, se hunde. Respira bajo tierra. No grita. Se insinúa. No está hecho de deslumbramientos, sino de grietas. De misterios que no se explican del todo. La magia que me interesa es la que aparece entre líneas, no la que ocupa todos los reflectores.

🛬 ¿Por qué lo llamo “realismo mágico aterrizado”?
Porque me niego a perder el sentido. Porque si no me convence a mí, no puedo compartirlo. Porque necesito que lo extraordinario tenga peso. Que tenga consecuencias.
Mi realismo mágico no despega sin permiso. Pero cuando vuela, vuela. Y lo hace desde un lugar muy humano. Porque me interesa que creas. No que entiendas todo, pero que sientas que todo tiene un motivo. Que si el tiempo se parte en dos, lo haga por algo. Que si alguien escucha voces del más allá, lo haga desde una experiencia íntima, no desde un espectáculo. Mi realismo mágico es contenido, emocional y racional. No se impone. Se deja ver. Se escribe con estructura. Se sostiene con reglas. Y aun así, te lleva a otro mundo.



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